Cuando consigo convencer a Raúl para que nos pelemos los dos (yo mi rapado habitual y él cortito) con vistas a que cuando se le empiece a caer el pelo no sea tanto y no le moleste ni le pique. La madre no me deja. Lo va a llevar a un peluquero para que lo deje cortito, pero no se fía de mí.
Por lo menos voy a poder pelarme, le dejaré que me meta un poco la moto (que le hacía ilusión) y terminaré yo la faena.
La verdad es que tiene un montón de pelo y ya necesitaba un recorte, pero me hubiera gustado pelarlo a mí.
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